8 Ene 2024
Donde hay orden, hay armonía: Ordenar las relaciones personales
Cuando una relación no está en orden confluyen una serie de causas y condiciones que generan grandes desequilibrios. Hay formas de sentir, pensar y hacer que nos son impuestas por el ambiente familiar cuando somos niños y que asimilamos como propias de forma totalmente inconsciente. Es como si nos tragásemos algo que no podemos digerir y que no forma parte de nuestra esencia, y en lugar de nutrirnos nos resulta “indigesto”.
Estos desequilibrios en las relaciones, ya de adultos, pueden surgir con otros miembros de la familia, con nuestra pareja, con amigos, o incluso en relaciones laborales.
Se generan relaciones descompensadas, en las que aceptamos cosas como válidas, (en ocasiones para mantener esta relación), que no nos pertenecen de forma genuina e incluso no nos parecen bien, pero están tan interiorizadas que no somos conscientes de ellas e incluso las estamos también perpetuando nosotros: la desconfianza, la agresividad, el victimismo, asumir responsabilidades que no nos corresponden, culpabilidad, miedo a lo diferente, necesidad de control, dificultad de mostrar los sentimientos … cosas que hemos «mamado» de pequeños en nuestro ambiente y que han dejado su huella en nosotros.
Las imágenes hablan el lenguaje del inconsciente y puedo devolver lo que no me pertenece pintando
Con la Pintura pueden armonizarse estas relaciones que están desequilibradas, porque las imágenes hablan el lenguaje del inconsciente y nos permiten acceder a estos registros que de forma consciente no sabemos cómo cambiar.
La liberación viene de tomar conciencia de aquello que no es mío, reconocer que me limita, que me condiciona en mis reacciones y toma de decisiones, en definitiva, que me hace infeliz y, una vez analizado, devolverlo con una imagen que a la otra persona le completa y a mí, me libera; esto me permite quitarme el “peso de encima” a nivel simbólico.
Cuando pintando, hago esta devolución que a mi me debilita y que al otro integrante de la relación le complementa, todo comienza a ordenase puesto que al dar lo que no me pertenece, me siento más ligera y capaz de seguir evolucionando hacia lo que sí forma parte de mi ser profundo y me nutre y reconforta.
Y al otro también le reconforta porque yo estaba asumiendo algo que no me correspondía y que había tomado como mío perteneciéndole a él.
Cuando quitamos de nuestra mochila lo que no somos, vamos dejando más espacio libre y es entonces cuando podemos llenarla con lo que sí nos pertenece y habíamos dejado en el camino.